Fue un día de sensaciones. De sentimientos. De ausencias. De presencias.
Cuando llegué a la “Fundi”, había varias personas, frenéticas de actividad. Por supuesto que estaba Maruchi, dirigiendo y velando porque todo resultara tal y cómo deseaba Xosé Guillermo. Habían conseguido despejar la Sala dedicada a actuaciones y actos diversos, a costa de todos los seres que allí se encontraban, ya terminados, ya en fase de creación. Los encontré a todos amontonados allá, en la esquina más lejana y desconocida hasta entonces por mí. Hacían mucho ruido porque hablaban todos a la vez y estaban muy cabreados por ser tratados de esa manera: ¡Vamos! – decían- nosotros, peces, gambas, sirenas….. que hemos nacido para volar, que no para nadar… (Están locos, pensé) y aquí, aplastados unos contra otros sin saber de nuestro destino, si vamos a ser o no, si nos van a colgar o aplastar. Hasta me pareció que lloraban… Y ya no digamos el Caballito de Mar, apelando a que era primo de los cabalos de vento (si ellos son de vento y pueden estar, ¿por qué yo no, que un buen día me caí al mar, y, cuando estaba logrando nadar, me dijeron que iba a volar? Aquí estoy, oh… triste destino el mío, triste y desconocido. Quise contar lo que pasaba en aquel rincón a los que de hecho son miembros de la Fundi, pero algo me dijo que no me iban a entender. Así que en mi cobardía, callé. Y traicioné a los que en mí habían depositado sus esperanzas.
Los preparativos continuaban, ajenos a la desgracia que se cocía en el rincón, de sus dueños tal vez olvidados. Cajas y cajas de cerveza, de vino…. De repente, yo tuve sed… pedí agua….. ¿mmmm? Como que no sabían qué era eso. Después de mucho rogar, conseguí un vasito…¡Pero que no se repita! Me dijeron. Aquí no estamos para eso.
El acto de presentación del libro estaba previsto para las ocho. Los minutos pasaban galopando y aquello no acababa de estar listo. Recién llegada de la India, Olga trajo un montón de telas multicolores bordadas con animales y objetos de los más diversos. Gracias a dos de ellas, seleccionadas para la gran ocasión, se pudo más que dignificar el tablero de contrachapado que haría las veces de mesa. Unas piedras en el suelo, delimitaban hasta dónde podía llegar el público.
En la pared de detrás, un gran autorretrato de Xosé Guillermo (gran por grande y por artístico). El último que se hizo, sobre tela de vaqueros. Tal vez con una mirada demasiado triste, que yo nunca le recuerdo. (¿o se le cambió por no poder estar con nosotros?) Y un cuadro también de Xosé Guillermo, en el que varios hombres sujetan a un caballo, pintado en l970.
Según se acercaba la hora, iba llegando gente y más gente. Hubo un momento en que parecía que la Fundi crecía por si misma y se ampliaba para hacer sitio y acoger a todos, como siempre ha sido, como siempre nos gustaría que fuera.
Lleno hasta la bandera (ironías de la vida, hablar de bandera en la Fundi) en el momento en que hacían su entrada el editor, el fotógrafo Javier Teniente (también irónico un Teniente en este acto), y el amigo de Xosé Guillermo (uno de los del millón -hay quien quiere tener un millón de amigos, y hay quien sin proponérselo, los tiene-), llamado Palacios (y seguimos con las ironías).
(Hablando de los amigos de Xosé Guillermo, no puedo dejar de acordarme de aquella vez, hace ya más de treinta años, en que lo visité en su estudio y tenía la mesa llena de papelitos: “A ver cuando nos vemos”, “quiero quedar contigo”, “Recuerda que mañana comemos”….. y así hasta un montón. Admirada, le pregunté que qué les daba. Me contestó “Vida, les doy vida, porque todos están muertos”.)
Primero nos relató Palacios algunos de los recuerdos, que se remontaban a casi cuarenta años atrás, de Xosé Guillermo, resaltando con humor la especial relación que siempre tuvo con los animales, entre los que se contaba, con mucha honra, él mismo. Sacó varias carcajadas a la concurrencia, y al final muchos aplausos. El tono tan simpático, que intentaban ocultar la profunda nostalgia por su amigo, todos lo agradecimos.
Javier nos habló de los primeros pasos que dio el libro y como poco a poco, vaso a vaso, se iba gestando, con imaginación. Pero nada mejor que leer directamente el relato que a duras penas nos pudo leer. Admirando el cuadro del caballo que tenía detrás, no pudo por menos que decir, cargado de admiración y emoción: No conocía ese cuadro. Yo tenía dos años y Xosé Guillermo ya pintaba caballos.
El relato lo podéis leer en:
Discurso de Javier Teniente, en la presentación de Cabalos de Vento:
http://xerais.wordpress.com/2009/05/13/cabalos-de-vento-curros-de-pedra-2/.
Javier, para terminar, comenzó a leer la historia que tan poéticamente escribió Xosé Guillermo. Otra voz de entre el público continuó, y otra, y otra y otra…… así hasta que se dio lectura a todo el libro, desde distintos lugares, desde distintos rincones, con distintas voces. Apenas se podía ver quién era la persona que, con voz emocionada, iba leyendo su parte del relato. Todos vivimos ese momento mágico, desde que comienza la persecución de los caballos, hasta que por fin vuelven a ser libres.
Entonces, sucedió algo que nadie podía creer: Apareció en la Fundi un caballo, crines de fuego al viento, relinchando relinchos llenos de pavor, intentando escapar de los hombres que querían atraparlo para marcarlo, cortarle las crines, lavarlo y (pensaba el caballo) quién sabe qué otras cosas.
De cómo se pudieron escapar, hombres y caballos, de cómo pudieron confundirse y pensar que estaban en pleno monte, sólo puede dar testimonio el momento tan mágico que se estaba viviendo tras la rejas amarillas de este bajo en el Callejón Núñez de Vigo. Se confundían relinchos, gritos, trotes, con los sonidos del Saxo y del contrabajo que Nacho y Sagar convirtieron en pisadas, galopes, tensión, polvo, ramas de árboles, látigos .
Cada vez crecía más el espacio….. cada vez cabían más y más personas, más y más animales, y como no podían faltar, tratándose ya de todo un curro, comenzaron a aparecer viandas y más viandas, bebidas y más bebidas, empanadas….
Y allá, muy lejos, sonaba una gaita…..
¡Cómo describiros lo que se puede sentir, cuando vives en Valladolid, al escuchar tan lejos, tan cerca, los sonidos de la gaita!.....
Ahí sí que comenzó el desmadre…. Al más puro estilo Xosé Guillermo…
Comenzamos a bailar la muñeira y lo que se terciara, que allí todo daba lo mismo. Muñeiras cuando tocaban Jotas, Regueifas cuando Pandeiros…. Y hasta pases de Salsa…
Y si os cuento la coral que se formó (bueno, se formó cuando la gaita dejó de tocar…que hasta ahí podíamos llegar…
Cada una empezaba en un tono, una muy bajo, otra muy alto, las letras se olvidaban, la música desentonada…. Pero con un alma…. Con un sentimiento…..
De admirar. Eso sí, la gente empezaba a marcharse…. No se sabe muy bien por qué… todavía me lo pregunto…
También a mí me llegó el turno de marcharme… mucho cansancio (habíamos llegado ese mismo día de Valladolid), mucho sueño….
Estuvimos tomando un café, en un lugar de esos que hay que son serios y formales, absolutamente silenciosos. Un silencio que casi lastimaba, después de haber estado en ese país de “aquí todo vale” que es la Fundi.
¡Horror, mi bolso…. No tenía mi bolso…! De nuevo esta situación terrible, muchas veces vividas por mí, como si de un revival se tratase….
Es que los bolsos, yo llegué a esta conclusión hace mucho tiempo, tienen vida propia. Si, de repente quieren irse o quedarse en sitios que tú no, y al no poder expresarse de otra manera, cogen y se largan. Así. Sin avisarte. Y tú un susto….
Lo primero que piensas es que te lo robaron. Pero enseguida repasas los sitios en que pudo haberse quedado (que no olvidado por ti, como ya expliqué). De esta vez lo tenía fácil: Había que volver a la Fundi….
Lo que os dije. El bolso quiso quedarse, esta vez pensando en mí, no en él, para que yo, que venía del país de los de “Afuera”, me encontrase con ese momento…. Viviese y disfrutase ese momento. Ya no era el monte lleno de caballos, ni de viandas, ni con gaitas.
Se había convertido en un lugar a media luz, intimista. Envolviéndolo todo con ese no se qué de ensoñación y melancolía, la suavísima voz de una dulce cantante brasileña, acompañada a la guitarra por Javier Teniente, su enamorado también de los caballos enamorado (que no, que no quise decir eso, caramba. No estoy llamando a Lucía yegua). También sonaba el saxo y algo de percursión, creo. Fue un acariciarte el alma un tanto dolorida.
Maruchi: Quédate.
Mi corazón: Disfrútalo, absórbelo, vívelo.
Mi Luis: vámonos, que estoy cansado…
Y me fui.
EPILOGO:
Para, y sólo para, los héroes que habéis llegado hasta aquí, deciros que yo, cómo no, había preparado, con todo mi cariño y dejando que escribiesen las teclas del ordenador siguiendo los latidos de mi pobre corazón, lo que me salía decir en la presentación del Libro. No pude leerlo. Y aquí os la mando, para cuando queráis, y podáis leerlo.
También mando lo que fue la invitación al acto.
Y, para terminar, esta vez ya de verdad, deciros que todos los periódicos virtuales, al día siguiente de los hechos aquí narrados, se hacían eco de que muchos miles de personas de las que habitan los alrededores de la Ría de Vigo, afirmaban y juraban haber visto sobrevolar la Ría de Vigo un OVNI (Objeto volante no identificado) enorme, y del que, por momentos, parecían salir sonidos muy parecidos, muy similares…. A relinchos de caballos.
CRONICA DE LA QUE SE HACE ENTREGA EN LAGUNA DE DUERO,
A 19 DE MAYO DE 2009
Hace muchos meses nos hablaba entusiasmado Xosé Guillermo de este libro. Había puesto en él, en sus dibujos, en su poética prosa, todo su corazón.
Al preguntarle que cuándo se lo iban a publicar, te contestaba riendo:
Todavía me lo publican “in Artículo Mortis”.
Bromeando, como él bromeaba.
Riéndose de su propio destino.
Tristemente, resultó profético.
Dolorosamente resultó verdad.
Hoy asistimos a esta presentación, en la que sólo puede estar su otro autor Javier, este gran fotógrafo que supo fotografiar como nadie los Cabalos de Vento que Xosé Guillermo soñaba para su libro, para vuestro libro.
Ya no se pueden comprender los dibujos, la narración de Xosé Guillermo, sin estar acompañados de tus caballos, Javier.
Ya no se pueden disfrutar tus fotos de Caballos, que hablan de libertad, de increíbles movimientos detenidos, atrapados para siempre en un instante robado por tu objetivo, sin los briosos trazos de tinta con que Xosé Guillermo acompaña y vive el trotar de vuestros caballos.
Javier, sabemos lo que te has esforzado para conseguir que Xosé Guillermo, pocas horas antes de dejarnos, tuviera la gran alegría de ver su libro, ya casi terminado, expresara su sorpresa con un ¡¡¡COÑO!!! de admiración, y aún tuviera fuerzas para hacer un par de cambios. Muchas gracias, Javier.
¡Como nos gustaría creer que ese loco, ese Piterpan, ese gran Capitán de la Fundición Nautilus, está por algún lugar extraordinariamente verde, cabalgando, riéndose de todo. Parándose aquí, para pintar esto, allá, para esculpir aquello, sin límites de tiempo. Hoy en este país, mañana en ese otro, sabiendo que hoy y mañana son la eternidad.!
¡Cómo nos gustaría! Pero no….
¿o sí?.
Vigo, 8 de Mayo de 2009. Fundición Nautilus. Hermanas Sobrino Mosteyrín.